La cultura de las rentas básicas. Historia de un concepto
José Iglesias Fernández


Dedicatorias

Recuperando la memoria… 

Nací en 1931, a los pocos meses de instaurarse la segunda república española. Con cinco años, sólo recuerdo
las carencias materiales que trajo aquella sangrienta Guerra Civil. Durante esta época, dada mi edad, no fui consciente de toda la amargura de los vencidos que permanecieron en España, y mucho menos de las calamidades que tuvieron que pasar los que decidieron escapar de los fusilamientos que se estaban desencadenando, e huir hacia países considerados ‘amigos’. Para unos y otros, ‘nuestra’ contienda era el comienzo de una gran tragedia; vendría después la II Guerra Mundial, con sus deportaciones, campos de concentración y exterminio, nuevos exilios, y más generosidad derramada por la justicia en los diversos
grupos de resistencia, maquis, brigadistas, etc. Durante mucho tiempo, varias generaciones hemos vivido
una sociedad cerrada, obscura, reaccionaria, dónde la mayoría crecimos en la ignorancia, la incultura y el
miedo de nuestros mayores a hablar de la angustia que estaban padeciendo.

Posteriormente, a pesar de todos estos factores que actuaban como mordazas sobre nuestras vidas, comenzaríamos a tomar conciencia: llegarían las guerras de Corea, Congo, Vietnam, y todas las encubiertas,
o las llamadas de baja intensidad desencadenadas en países de Latinoamérica, África y Asia; iríamos conociendo golpes de estado, asesinatos de presidentes, ministros, sindicalistas, líderes y militantes de los movimientos populares, todo ello por causa de ser anticapitalistas; comenzaría en ‘casa’ un lento período de politización y resistencia interna contra el franquismo, como expresión política de esa etapa del capitalismo español. Viejos sufrimientos para nuevos luchadores: arbitrariedades, atropellos y maltratos, angustias, vejaciones, torturas, destierros, cárceles, exilios, deportaciones y desarraigos, penas de muerte, ejecuciones. Veríamos desaparecer el bloque soviético, que nació bajo una aureola de esperanza, y que a pesar de su
sistema interno absolutista, en lo exterior servía para contrarrestar el poder del gran hermano occidental.

La agresión siempre procedía del mismo punto: el capitalismo. Fuimos descubriendo la perversidad del
sistema y el papel que desempeñan los gobiernos, los ‘cuerpos de seguridad’ y los ejércitos de estos países como sujetos visibles que materializan estas agresiones, como instituciones que mantienen el orden jurídico y represor que garantiza la continuidad del capitalismo.

A lo largo de la historia de la humanidad, toda esta generosidad y entrega de quienes han luchado contra los sistemas opresores ha estado presente. Sin embargo, existe una mano que se empeña en ocultarla, que va borrando cada día todo vestigio para que no exista la memoria histórica, que va borrando el altruismo de estas personas que lo dieron todo por la defensa de unos valores que aprendimos, gracias a ellas, a compartir: “nadie se acuerda siquiera de por qué murieron,… nadie, y, menos que nadie, la gente por la que pelearon”.[1]

Desde mi modesta aportación, quisiera contribuir con este pequeño homenaje de recuerdo, dar a todos/as las gracias por lo que nos han legado y transmiten a través de los sacrificios que han tenido que soportar para mantener la lucha por unos ideales que hacemos nuestros. A todas ellas, pero con un especial recuerdo para quienes lucharon y sufrieron por la República española, y las que posteriormente tuvieron que padecer el atropello y la humillación del régimen franquista. Aprendiendo de ese espíritu, ahora me dedico a contribuir a que llegue la tercera república española, y a que pueda simultáneamente instaurarse en una sociedad no capitalista…
[1] Javier  Cercas. Soldados de Salamina. p. 200-201. Tusquets. Barcelona 2003.

PortadaCultura

En testimonio de los presos de Guantánamo…

 Los derechos civiles y los derechos ciudadanos, el orden jurídico y el orden constitucional, todo forma parte
de la lógica de acumulación del sistema capitalista. Cuando las contradicciones del sistema se agudizan y
ponen en peligro la estructura de poder del capitalismo, este reacciona sin contemplaciones, saltándose su propio orden legal y sus propias instituciones. El poder represor aparece puro y duro y actúa con
contundencia, exterminando todo lo que impida tal acumulación. Las guerras contra los pueblos y la
violación de los derechos burgueses son las armas inmediatas que utiliza el poder para ‘restaurar’ su
soberanía como sistema. El trato que están recibiendo los prisioneros de Guantánamo es un claro ejemplo
del brutal comportamiento del núcleo duro del capitalismo. Personas que han perdido su condición de seres humanos, que han sido borrados de la faz de la tierra por decisión unilateral y arbitraria de una potencia capitalista. Y todos estamos callados. Empezando por los medios de comunicación y los tribunales internacionales de justicia, continuando con los partidos y las oeneges, que, cómplices por omisión,  están mirando para otro lado. Dedicados a distribuir la información que reciben de los poderes fácticos (a su vez también propietarios de estos medios); o a juzgar a personas consideradas tiranos y que han sido desleales
a las grandes potencias (no se juzgará a los tiranos mientras sean fieles partidarios); o porque reciben ayudas
de los mismos camufladas bajo la forma de proyectos ‘solidarios’ para poder sobrevivir económicamente.
Todos formamos parte del disimulo y del silencio, aunque estos poderes mediáticos e institucionales tiene
más responsabilidad, y por eso son más culpables, que cada uno de nosotros individualmente.

No soy nadie, pero los prisioneros de Guantánamo sí lo son para mi. Por tanto, quiero añadir mi pequeño testimonio a las poquísimas denuncias que se han hecho sobre la humillación que están infligiendo a estos
seres humanos. Aportar un alegato, buscar que quede alguna evidencia, una prueba, una confirmación de que estas personas existieron antes de ser secuestradas a punta de cañón, y que las hicieron desaparecer ante nuestros ojos para que nadie pueda dar testimonio de las humillaciones que les están ocasionando. ¿Qué será
de aquellos que sobrevivan tan horrenda deshumanización? ¿Quedará alguno para contarlo?

En mi rabia, sólo puedo condenar a estos poderes por abominables, asesinos, brutales, carniceros, criminales, crueles, delincuentes, desalmados, despiadados, déspotas, explotadores, ladrones, malditos, malhechores, monstruos, odiosos, perversos, repulsivos, rufianes, sanguinarios, verdugos …

Particularmente… 

Pra Jonathan Garrido Araújo, que ten setenta e dous anos por diante pra se poder facer un home das cencias e das humanidades, duas clases de saberes que son imprescindíbeis pra poder axudar as xentes.[2]

 

Y con un especial agradecimiento…

 

Para Carme Schouten Fusté, por el esfuerzo que supone toda traducción. Para Xavi Sellés Santos, por la portada.



[2] To be or not to be is not the question. To hell with the hamletian hesitation! To learn for oneself, and to know for the others, must be the real human question to aim at.

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